La de farolero debe de ser, probablemente, una de las ocupaciones más antiguas, únicas y románticas que todavía sobreviven en el mundo. Hasta bien entrado el siglo XIX, cuando las lámparas de vela o de gas llenaban las calles de medio mundo, el farolero era un trabajo prolífico y muy respetado.
En aquellos tiempos anteriores a Edison, era tarea del farolero recorrer la ciudad e ir encendiendo una a una todas las lámparas, volviendo por la mañana para apagarlas. A la vez que el farolero se movía por las calles, desempeñaba la doble función de encender las luces y, a la vez, la de vigilante de seguridad.
A día de hoy (y que nosotros sepamos), Breslavia es una de las dos únicas ciudades de Europa que todavía emplea un farolero (la otra es Brest, en el suroeste de Bielorrusia).

La primera lámpara de gas se encendió en Breslavia en el 1.846 y desde aquel año se distribuyeron por toda la ciudad, incluso después de la guerra. A partir de la década de 1.960 las lámparas de gas de Breslavia fueron reemplazas en el casco antiguo.

Afortunadamente, aquellos que a día de hoy visitan Ostrów Tumski (la isla de la catedral de Breslavia), podrán asistir a la supervivencia de la modernización y contemplar cómo la tradición del farolero continúa hasta nuestros días. Los 365 días del año se puede ver a un caballero al atardecer con una capa y sombrero de copa encendiendo las 103 lámparas de gas del distrito. Con un cartucho de butano escondido discretamente debajo de su capa, el farolero usa un poste para encender las lámparas y un accesorio en forma de gancho para apagarlas cada mañana.
Lámpara de gas frente a la catedral de san juan el Bautista, en Ostrów Tumski.
Ver al farolero en pleno acto de encendido o apagado de las lámparas no es fácil. Aunque si caminas por Ostrów Tumski, asegúrate llevar tu cámara preparada, ya que puede aparecer en cualquier momento del anochecer y amanecer.
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